
Leemos mucho sobre la plenitud y la felicidad pero muchas veces nos parecen estados que son ajenos a nosotros o que simplemente en esta vida no se experimenta. Estar en comunión con la plenitud requiere que nosotros estemos dispuestos a ello realizando cambios en nuestra vida y renunciando a los hábitos tóxicos que nos mantienen en un círculo vicioso, el cual impide precisamente que veamos otras posibilidades de transformar nuestra vida.
Comencemos:
Cultivar la autenticidad:
Descartar lo que piensen los demás.
Cultivar la autocompasión:
Descartar el perfeccionismo.
Cultivar un espíritu resilente:
Descartar la indiferencia y la impotencia.
Cultivar la gratitud y la dicha:
Descartar la escasez y el miedo a la oscuridad.
Cultivar la intuición y confiar en la fé:
Descartar la necesidad de certeza.
Cultivar la creatividad:
Descartar la comparación.
Cultivar la diversión y el descanso:
Descartar el agotamiento, como símbolo de estatus social, y la productividad como medio para valorar el mérito propio.
Cultivar la calma y la quietud:
Descartar la ansiedad como estilo de vida.
Cultivar un trabajo que tenga sentido:
Descartar las dudas sobre uno mismo y el “se supone que …”.
Cultivar la risa, el canto y la danza:
Descartar el ser una persona formal y “controlarse siempre”.